
domingo, 15 de febrero de 2009
LA GALLINA TURULECA


Manuelita vivía en Pehuajó
a buscar a su tortugo
que la espera en Pehuajo
domingo, 1 de febrero de 2009
LA SIRENITA

La Sirenita
Había una vez... en el fondo del más azul de los océanos, un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.
Sirenita, la más joven, además de ser la más bella, poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusa al oírla dejaban de flotar. La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas. "¡Oh!, ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!" "Todavía eres demasiado joven". Respondió la madre. "Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para salir a la superficie, como a tus hermanas".
Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín ornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada. Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor. "¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres, Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!" Apenas su padre terminó de hablar, Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla.
De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer . El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de Sirenita y dejaban oir sus alegres graznidos de bienvenida. "¡Qué hermoso es todo!" exclamó feliz, dando palmadas. Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. "¡Cómo me gustaría hablar con ellos!". Pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: "¡Jamás seré como ellos!". A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: "¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!". La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo.
Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón. La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más. Sirenita se dio cuenta enseguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida. "¡Cuidado! ¡El mar...!" En vano Sirenita gritó y gritó. Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió.
Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe lo tuvo en sus brazos. El joven estaba inconsciente, mientras Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo. Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar. "¡Corred! ¡Corred!" gritaba una dama de forma atolondrada. "¡Hay un hombre en la playa!" "¡Está vivo! ¡Pobrecito! ¡Ha sido la tormenta...! ¡ Llevémosle al castillo!" "¡No!¡No! Es mejor pedir ayuda..."
La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas. "¡Gracias por haberme salvado!" Le susurró a la bella desconocida. Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella y no la otra, quién lo había salvado. Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos! Cuando llegó a la mansión paterna, Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en su garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación.
Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, Sirenita, nunca podría casarse con un hombre. Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla.
Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla. "¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor." "¡No me importa" respondió Sirenita con lágrimas en los ojos, "a condición de que pueda volver con él!" "¡No he terminado todavía!" dijo la vieja." Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola. "¡Acepto!" dijo por último Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera. Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído. "No temas" le dijo de repente,"estás a salvo. ¿De dónde vienes?" Pero Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle. "Te llevaré al castillo y te curaré."
Durante los días siguientes, para Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio. Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país. Cuando estaba con Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.
Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de Sirenita. La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo. Al caer la noche, Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta.
Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas." Como en un sueño, Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma. Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanzó un rayo amarillento sobre el mar y, Sirenita, desde las aguas heladas, se volvió para ver la luz por última vez. Pero de improviso, como por encanto, una fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del cielo. Las nubes se teñían de rosa y el mar rugía con la primera brisa de la mañana, cuando la pequeña sirena oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!" "¿Quienes sois?" murmuró la muchacha, dándose cuenta de que había recobrado la voz "¿Dónde estáis?" "Estas con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos." Sirenita , conmovida, miró hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le llenaban de lágrimas, mientras las hadas le susurraban: "¡Fíjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lágrimas se transformen en rocío de la mañana. ¡Ven con nosotras!
FIN
LEYENDA MAYA EL RESCATE DE LA SEMILLA DEL MAIZ

Leyendas mayas: El rescate de la semilla de maiz
Hace mucho tiempo, un día, Chaac, o sea el dios de la lluvia, vió que la tierra del campo ya no era muy fértil y decidió arreglar ese problema.
Entonces, pensó quemar el campo para después sembrarlo nuevamente con todas las semillas de los árboles y las plantas que habían.
Llamó a todos los pájaros para que lo ayuden en este trabajo y les dijo: Vayan y que cada uno de ustedes rescate la semilla que más les agrade, quiero que la conserven para que la sembremos otra vez, ya que se haya apagado el fuego. Ustedes tienen la tarea de salvar las semillas, hagan bien este trabajo pues de ello depende la existencia de la Tierra.
Entonces todos los pájaros se fueron a rescatar las semillas de los campos que ya estaban incendiados, pero el pájaro Toh, o reloj, que vive en las cuevas o cerca de los cenotes, era muy flojo y cuando llegó dijo:
Voy a dormir un rato y luego agarro la semilla. Se acostó y puso su cola atravesada en el camino, para que cuando los demás pájaros pasaran, se la pisaran y se despertara, pero se durmió mucho tiempo y no sintió cuando pasaron. Cuando despertó, el fuego ya casi se había apagado y la parte de su cola que estaba en el camino quedó pelada, porque todos las pájaros pasaron sobre ella. Sin embargo, el Toh entró al campo donde hubo el incendio y agarró la única semilla que quedaba: la del tomate verde, por eso el Toh tiene los ojos verdes.
Pero hubo muchos pájaros que entraron a los campos cuando las llamas estaban muy grandes y arriesgando su vida, salvaron distintas semillas. Uno de esos pájaros fue el Dziú, quizá el más valiente, pues él entró cuando el incendio estaba muy fuerte, y salvó la semilla más valiosa: la del maíz.
El logró rescatar varios granos que cuidó mucho y después sirvieron para las nuevas siembras. Sin embargo, sus plumas se quemaron y se quedaron grises, sus ojos también se le enrojecieron por el humo, y ahora el pájaro Dziú, tiene las punta de sus alas del color de las cenizas.
Pero Chaac, decidió premiarlo y de acuerdo con los demás pájaros, le dieron el derecho para toda la vida, de depositar sus huevos en los nidos que quiera, sin necesidad de hacerlos, o sea, que podía usar los nidos de otros pájaros sin tomarse el trabajo de empollar sus huevos ni cuidar ni alimentar a sus hijitos, quedando todo eso a cargo de los otros pájaros.
Así fue como todos premiaron al pájaro Dziú, por haber salvado la semilla del maíz.
sábado, 31 de enero de 2009
EL PICAPEDRERO

Había una vez, hace muchos, muchos años un reino muy bonito donde la gente era muy feliz.Los Reyes vivían en un castillo de piedra muy grande que estaba junto a un bosque de olmos y a un lago de tranquilas aguas azules dónde se podía pescar y pasear en barca. Al oeste había una gran montaña.
La hija de los Reyes se llamaba Teresa y era la Princesa de este cuento. La Princesa Teresa salía todos los días a dar un paseo por los alrededores del castillo. Un día conoció a un picapedrero llamado Pedro que trabajaba en la cantera que estaba en la falda de la montaña.Teresa y Pedro se enamoraron, se prometieron amor eterno y decidieron casarse.
Pero cuando el Rey se enteró que su hija quería con Pedro se enfadó muchísimo y le dijo a la Princesa:- ¡Mi hija no puede casarse con un simple picapedrero! Una princesa como tú debería casarse con alguien muy poderoso, ¡con la persona más poderosa de la Tierra!.Entonces el rey mandó llamar a todos los sabios de su reino y les pidió que estudiaran quién era el más poderoso del Mundo. Los sabios se encerraron en una habitación del castillo durante siete días y siete noches y pensaron y pensaron hasta que descubrieron quién era la persona más poderosa del Universo.- Majestad, le dijo el sabio más anciano al Rey, el Consejo de sabios se ha reunido durante siete días y siete noches y ha llegado a la conclusión que el más poderoso del Universo es el Sol, porque con sus rayos nos da luz y calienta toda la tierra para que podamos vivir.Dijo el rey:- Tenéis razón parece que el Sol es el ser más poderoso. Y ordenó con voz potente:- ¡Que venga el Sol! Mandaron llamar al Sol y el rey le dijo:
- Sol, te he mandado llamar porque me han dicho que tú eres la persona más poderosa de la Tierra y quiero que te cases con mi hija la Princesa Teresa.
Entonces el Sol contestó:- Majestad muchas gracias por tu ofrecimiento, sería para mí un honor casarme con tu hija, pero hay alguien que es más poderoso que yo.Y dijo el Rey:- ¿Quién es más poderoso que el Sol?- La Nube, contestó el Sol, porque cuando se pone delante no deja pasar mis rayos. Entonces dijo el Rey:- ¡Que venga la Nube!
Cuando llegó la Nube el Rey le dijo:- Nube, te he mandado llamar porque me han dicho que tú eres la persona más poderosa de la Tierra y quiero que te cases con mi hija la Princesa Teresa.Y la Nube le contestó:- Majestad muchas gracias por tu ofrecimiento, sería para mí un honor casarme con la Princesa, pero hay alguien que es más poderoso que yo.Y dijo el Rey:- ¿Quién es más poderoso que la Nube?- El Viento, contestó la Nube, porque cuando se pone a soplar me mueve con facilidad de un sitio para otro. Entonces dijo el Rey:- ¡Que venga el Viento!Cuando llegó el Viento el Rey le dijo:- Viento, te he mandado llamar porque me han dicho que tú eres la persona más poderosa de la Tierra y quiero que te cases con mi hija la Princesa Teresa.
Y el Viento le contestó:- Majestad muchas gracias por tu ofrecimiento, sería para mí un honor casarme con tu hija, pero hay alguien que es más poderoso que yo.Y dijo el Rey:- ¿Quién es más poderoso que el Viento?- La Montaña, contestó el Viento, porque aunque sople con todas mis fuerzas no puedo mover ni un centímetro a la poderosa Montaña.Entonces dijo el Rey:- ¡Que venga la Montaña! Pero la Montaña no podía moverse, así que el Rey tuvo que ir a la Montaña. Y le dijo el Rey:- Montaña, he venido hasta aquí porque me han dicho que tú eres la persona más poderosa de la Tierra y quiero que te cases con mi hija la Princesa Teresa.
Y la Montaña le contestó:- Majestad muchas gracias por tu ofrecimiento, sería para mí un honor casarme con tu hija pero hay alguien que es más poderoso que yo.Y dijo el Rey: - ¿Quién puede ser más poderoso que la Montaña?- ¡El picapedrero!, contestó la Montaña, porque todos los días me arranca un trocito de mi cuerpo para hacer piedras.
Entonces el Rey comprendió que todas las personas, aunque parezcan seres insignificantes, son importantes y permitió a su hija que se casara con el picapedrero Pedro. Y fueron felices y comieron perdices. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
LA BRUJA CONSERVA

El Reino de los Alimentos estaba triste. ¿Qué les pasaba?. Pues... que alguien había robado los dulces. Habían desaparecido los pasteles, las tartas, el turrón... Todos lloraban: la carne, el pescado, las patatas, la fruta... todos echaban de menos las cosas dulces. No sabían cómo encontrar a sus amigos y decidieron elegir a alguien para que los fuera a buscar. Se reunieron todos los alimentos y eligieron al plátano para que buscase a sus amigos. El plátano se marchó y empezó a buscar, camina que camina, atravesó montañas de sal, lagos de jugo, pantanos de puré. Pedía información a todo el que se encontraba acerca de sus amigos, pero nadie sabía nada.
Un día ya cansado de tanto andar se puso a descansar debajo de un manzano. En aquel manzano vivían tres manzanas muy simpáticas que al ver al pobre plátano tan triste y cansado decidieron acompañarlo en la búsqueda de los dulces. Ellas sabían algo muy importante: ¡Quién se había llevado los dulces!. ¿Y sabes quién era?. Pues nada más y nada menos que la bruja Conserva. La bruja Conserva en el fondo no era mala, pero tenía la manía de meter a todo el que viera dentro de una lata. Por eso se había llevado a los pasteles, a las tartas, a los helados y a todos los demás dulces... para llenar con ellos todas las latas vacías que tenía en su cueva, El plátano y las manzanas caminaron durante varios días, sin encontrar ninguna pista. Preguntaron a todos los que se encontraron por el camino: al arroz, a los garbanzos, a los fideos, a la carne, al pescado, a la patata, a la zanahoria, a la naranja y a muchos más alimentos, pero... nada. Un día estaban andando cuando vieron que el suelo estaba lleno de trocitos de chocolate , los siguieron y se encontraron delante de una cueva pequeñita que estaba muy escondida. Con mucho miedo entraron los cuatro en la cueva y allí entre muchas latas vacías encontraron a sus amigos encerrados en una jaula de latón. Oyeron detrás de sí un gran ruido, era la bruja Conserva que había cerrado la cueva con un montón de latas vacías. El plátano le pidió por favor que les dejara salir de allí. Pero la bruja Conserva no quería y además pensaba meterlos también a ellos dentro de sus viejas latas. Mientras el plátano trataba de convencer a la bruja, las manzanas abrieron la jaula donde estaban presos los dulces y todos salieron corriendo hacia la puerta. Tuvieron que apartar las latas que taponaban la salida, cuando la bruja se dió cuenta se puso muy furiosa y casi atrapa al plátano pero éste se había quitado la piel y la bruja resbaló con ella. Los dulces y sus salvadores echaron a correr y desde aquel día no volvieron a saber nada de la malvada bruja Conserva, ni de sus viejas y vacías latas
autor desconocido
EL SUEÑO DE UN GUSANITO
Sorprendido, el chapulín dijo, mientras su amigo se alejaba: ¡Debe estar loco!, ¿Cómo podía llegar hasta aquel lugar? Tú, una simple oruga. Una piedra será para ti una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable. Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.
De pronto se oyó una voz de un escarabajo: ¿Hacia donde te diriges con tanto empeño? Sudando ya el gusanito, le dijo jadeantemente: Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.
El escarabajo no pudo contener la risa; soltó la carcajada y luego dijo: Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa. Y se quedó en el suelo tumbado de la risa,

Del mismo modo la araña, el topo y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir de su sueño. ¡No lo lograrás jamás! - le dijeron – pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir. Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar para descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar:
Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió “por querer realizar un sueño irrealizable”.
Una mañana en que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos.
De pronto, quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podían ser mas que los de la oruga que creían muerta. Poco a poco, como para darles tiempo a responder del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenía frente a ellos: Una Mariposa.
No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; aquel sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. “Todos se habían equivocado”. Dios no nos hubiera dado la posibilidad de soñar, si no nos hubiéramos dado la oportunidad de hacer realidad nuestro sueño...
Si tienes un sueño, aunque todo parezca perdido, vive por él, intenta alcanzarlo, pon la vida en ello y si te das cuenta que no puedes, quizás necesites hacer un alto en el camino y experimentar un cambió radical en tu vida y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y circunstancias distintas: ¡Lo lograrás!.
"El éxito en la vida no se mide solo por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar y vencer en el camino..."
“Si lo que uno deseas en la vida es ser feliz, pues esfuérzate por ello.. Con la ayuda de DIOS veras que no todo será en vano, aunque tengas muchos tropiezos, aunque te digan que no vales la pena, lucha por tus ideales, no te desanimes pide fortaleza y sabiduría al ALTÍSIMO DIOS que él nunca te abandonará, porque es nuestro PADRE”.
"Aunque el camino sea largo y difícil, no te dejes vencer... Si eres constante, tus sueños pueden convertirse en realidad."
